El destilado es otra de las posibilidades que nos da la uva, de la que se aprovecha todo. Vinos desechados para la crianza y restos sólidos del prensado, la brisa que decimos por esta zona, compuesta por hollejos y pepitas sobre los que también han actuado las levaduras, se someten a un proceso de cocción mediante el cual se extrae por separado el alcohol etílico y otras sustancias, algunas de ellas muy tóxicas como el metílico.
Con el calor aumenta la presión del interior de la olla y se llevan a ebullición las diferentes sustancias, que se evaporan primero, para condensarse después en los serpentines de enfriado del alambique. No sé si habréis oído eso de tirar las cabezas y las colas del destilado, pero se refieren a desechar la primera parte del proceso, ya que el metílico evapora a menor temperatura, y la última, cuando comienzan a extraerse los aceites esenciales que enturbian el aguardiente.
Una vez obtenido el alcohol etílico, este debe analizarse por seguridad y para saber el grado del conjunto. El aguardiente de vino puede tomarse solo, infusionado con hierbas, café y otras sustancias, o someterse a una crianza en madera para obtener brandis de solera.