En la entrada de la bodega han nacido tres polluelos de colirrojo que son todo bocas y exigencias, piando sin cesar por su ración de insectos.
La temperatura del interior ronda los dieciséis grados y hemos cambiado los tapones de silicona de las barricas por otros provistos de un sifón relleno de agua con metabisulfito, que permite la expulsión de gases que pueda producirse durante la fermentación maloláctica y hará de barrera microbiana.
Mientras subíamos los alambres que sirven de guía a los sarmientos de la viña, encontramos una perdiz descarada en los cantorrales de piedras que la rodean. Parece que también quiere hacer su crianza junto a nosotros y ha posado despreocupada para la foto.
Garnacha de Grávalos 