6 DE SEPTIEMBRE, 2016_BOTELLAS

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Hemos probado el vino de las barricas y parece listo para pasar a botella, donde acabará de redondearse durante al menos un par de meses. Como recipiente hemos elegido una botella bordelesa clásica, sin extravagancia alguna, fácil de manejar y de almacenar.

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La mayoría de los vinos comerciales de garnacha han optado por la botella borgoñona, con más culo y menos hombros, que se está poniendo de moda incluso para vinos de otras variedades. La botella bordelesa y la borgoñona han convivido durante mucho tiempo, aunque la primera acabó por imponerse como más elegante y estilizada en la segunda mitad del siglo veinte, mientras las formas de la segunda sobrevivían casi exclusivamente asociadas al cava y alguna bodega concreta.

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En los últimos años se han podido ver diseños de lo más variopinto, abundando hasta hace poco las de estilo troncocónico, con la base de menor diámetro que los hombros. En Rioja estas botellas estaban asociadas a vinos de “alta expresión”, un concepto con el que una denominación tradicionalmente de vinos suaves y ligeros ha tratado de contrarrestar el aclamado cuerpo de los Ribera y Priorato, y de paso lanzar al mercado productos más caros.