En nuestro quinto Tastavín hubo caras nuevas, un lacón, queimada, conjuros… La magia de los confines peninsulares se coló en la parranda y llegó un momento en que no sabíamos si subíamos o bajábamos.
Pero fue divertido. Probamos el tinto de este año, aun muy verde y con todo el málico, pero que ya promete. Al rosado, más seco que otras veces, solo le vimos un problema: que pronto se acabará. Fue el caldo en torno al que giró la reunión. Otro de nuestros experimentos, el rosado que embotellamos antes de terminar la fermentación alcohólica, apunta maneras, aunque es demasiado pronto para saber si acertamos a encerrarlo en el momento justo de densidad. No parece que haya generado un burbuja excesiva, pero hay que darle tiempo con las levaduras para afinar sabores.
Por lo demás, contentos de seguir generando una buena excusa para reunirnos y disfrutar de lo que hacemos.